No voy a entrar en el choque de trenes entre el Gobierno y el TC.
Voces más autorizadas que la mía -a un lado y a otro- habrán dicho ya
la suya a estas alturas.
Seguro que hay, en efecto, opiniones para todos los gustos.
Pero sí que voy a entrar en un efecto colateral: Feijóo está desaparecido en combate.
La crisis amenaza con pasarle por encima.
Porque con pedir elecciones no basta.
No es que el hombre pueda hacer mucho más.
Tampoco soy partidario de abusar de las mociones de censura.
He visto ya demasiadas en mi vida.
Y excepto la del PSOE en 1980, que contribuyó a la caída de Suárez, y la de Pedro Sánchez (2018) todas quedaron en nada.
Pero para repetir el mismo mensaje -pedir elecciones- que lanzó hace una semana en el Senado no servirá de nada.
Que el principal partido de la oposición reclame elecciones es la garantía de que no las avanzaran.
¿No podrían variar el mensaje? ¿Inventarse otra cosa?
Me temo que la crisis demuestra pues que Feijóo no tiene liderazgo suficiente ni estrategia ni táctica y, por lo que se ve -lo más grave en política- tampoco equipo para suplir las carencias.
Y eso no es bueno porque los países, para avanzar, necesitan partidos sólidos y honestos a ambos lados del arco parlamentario.
Es la base de la democracia: el equilibrio de poderes.
Seguramente tampoco domina eso tan importante en política como el tempo.
Porque en el 2018 rechazó hacerse con la jefatura del PP.
¿Por qué entonces no y ahora sí?
El PP ha perdido cuatro años y, si Sánchez se mantiene en La Moncloa, serán otros cuatro años.
El primer error de Feijóo ha sido subestimar a Pedro Sánchez.
Además va con demasiado tiento.
Hoy ha aparecido en una reunión del PP, no sé si son imágenes de archivo, con el lema la “España moderada”.
Ya entiendo que quiera marcar distancias con Vox pero Sánchez, en sus actitudes, está exhibiendo todo excepto moderación.
Queda un año. Es mucho tiempo en política. Todavía puede pasar de todo.
Pero me temo que si fuera Ayuso otro gallo cantaría.