Sí, ya sé que el candidato más a la derecha en la primera vuelta de las presidenciales francesas quedó cuarto con apenas un 7% de los votos.
Pero aún y así ganó a la candidata de la derecha, Valérie Pécresse (4,78%); y la del Partido Socialista, Anne Hidalgo (1,75%), penúltima a pesar de ser alcaldesa de París.
Y partiendo de cero.
Yo creo que, a pesar de no pasar a la segunda vuelta, ha ganado.
Ha puesto definitivamente la inmigración en la agenda política.
No en vano la elección ahora es entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, que al lado de Zemmour parece casi de centro.
Además, empiezo a detectar en algunos ambientes y medios una cierta sensación de acojone: ¿Y si gana?
El pasado martes entrevistaban al politólogo francés Pilppe Corcuff en la Contra de La Vanguardia y advertía que todos los votantes de Zemmour se volcarán en Le Pen.
Mientras que, al final, de los votantes del izquierdista Mélenchon (22%) parece que sólo un tercio votaran por Macron.
Aunque es cierto que el actual presidente tiene también otros apoyos. La propia Pécresse ya apostó por él cómo mal menor la misma noche de la derrota.
Pero recuerden que el voto es secreto.
Sea com sea es evidente que la inmigración es un asunto clave.
Voy a poner tres ejemplos.
El primero ya lo he dicho: ahora la contienda presidencial no es entre izquierda y derecha sino entre Macron y Le Pen.
El mapa político tradicional francés ha saltado por los aires.
El segundo es que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha decidido dar un giro copernicano a la polítca exterior española y reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara.
¿Por qué? Por la inmigración
Dos diarios proclives a La Moncloa justificaban la medida por esto.
La Vanguardia titulaba el pasado día 6: “La nueva etapa con Marruecos frenca la entrada de inmigrantes desde África”.
Y El País al día siguiente: “Sánchez busca sellar en Rabat un pacto contra la inmigración irregular”.
Hay que recordar que la decisión llega después de que 5.000 personas intentaran saltar la valla de Melilla en marzo.
O que, en mayo del año pasado, tuviera incluso que recurrir al Ejército para evitar los centenares de personas que habían llegado a nado a Ceuta.
Sin olvidar la decisión de legalizar los más de 8.000 menores no acompañados -la mayoría marroquíes- llegados en los últimos meses.
Tercer ejemplo: Boris Johnson ha decidido enviar a Ruanda -a 10.000 kilómetros de distancia- a los inmigrantes ilegales que lleguen al Reino Unido.
No he oído a nadie protestar excepto al arzobispo de Canterbury. Creo que ni a los de Podemos.
Por cierot, la impulsora de la medida es la ministra del Interior, Priti Sushil Patel, una inmigrante de segunda generación de origen hindú.
Por eso: ¿Alguien duda de que, en el fondo, Éric Zemmour fue el vencedor moral?
Lástima que la izquierda y los partidos tradicionales no se pusieran las pilas con la inmigración antes.
De haberlo hecho quizá no hubiéramos visto surgir en toda Europa partidos antiinmigración.
Nada de papeles para todos, por ejemplo. Derechos pero también deberes.
Bueno, aquí vamos todavía un poco al revés. El Ayuntamiento de Badalona, con alcalde del PSC, ha decidido dar trabaja a inmigrantes irregulares desalojados de dos naves.
Sin duda, un agravio comparativo para los más de 13.000 badaloneses en paro.
Luego se sorpreden de que gane Albiol o suba Vox.