Una de las cosas que más me incomoda del proceso es el blanqueo de ETA. Y de paso de Terra Lliure.
Quizás porque, en su época, me tocó cubrir varios atentados de la organización terrorista.
Como el de Vicente Beti, cuya foto ilustra este artículo. Empleado de una agencia transitaria de Barcelona, falleció víctima del atentado contra el Gobierno Militar en abril de 1994.
Tuvo mala suerte. Simplemente pasaba por ahí. Acababa de salir de la oficina.
Dejó viuda y dos hijas que entonces tenían 16 y 14 años. Espero que hayan rehecho sus vidas.
O el de aquel coronel jurídico del Ejército, Leopoldo García Campo, destinado en el cuartel del Bruc.
Le descerrejaron varios tiros cuando estaba a punto de entrar a su casa.
Debe ser muy duro pasar cada día por el portal en el que han matado a tu marido. En este caso dejó cinco hijos: Conchita, Leopoldo, Gloria, Elena y Blanca
Su mujer me confesó que lo habían matado “como a un conejo”.
En la foto, el de la izquierda, parece un buen nombre. Ni un "opresor" ni un "represor" ni un "miembro de las fuerzas de ocupación" para utilizar el lenguaje.
Por supuesto, querría tener también palabras de recuerdo para otras víctimas.
Como Álvaro Cabrerizo, que vio morir a su mujer y dos hijas en el atentado de Hipercor. Montó luego un videoclub en Ciudad Meridiana. Consiguió salir adelante.
El mosso Santos Santamaría. Su padre me contó que ese día libraba. Se presentó voluntario para lo que hiciera falta.
El otro día le hicieron un homenaje en Roses, lugar del fallecimiento. No asistió nadie del Govern. El consejero de Interior, Miquel Sàmper, lo ventiló con una llamada.
El agente de la Guardia Urbana Juan Manuel Gervilla, que salvó sin saberlo la vida del radiofonista Luis del Olmo. Previsiblemente el verdadero objetivo del comando. A los etarras se les estropeó el coche en la lateral de la Diagonal y él fue a ver qué pasaba.
Ernest Lluch. Todavía recuerdo qué estaba haciendo cuando me enteré de su muerte. Fue el asesinato de Kennedy de nuestra generación, que te queda grabado.
O Miguel Ángel Blanco. Yo estaba en el Paseo de Gracia junto a mi mujer con la esperanza de que ETA no cumpliera su fatídica amenaza. Es la única vez que he participado en una manifestación en mi vida adulta.
Y los concejales del PP José Luis Ruiz Casado (Sant Adrià del Besòs) o Paco Cano (Viladecavalls). Un tuit de Danil Sirera en el 19 aniversario de su muerte recordaba que dejó dos hijas de 13 y 19 años.
Ya puestos los Jiménez Becerril de Sevilla. En las fotos parecían una pareja sacada de una película de Hollywood. Se les veía tan felices. ETA dejó huérfanos a tres niños.
En Navidades del año pasado estuve en la capital andaluza y quise rendirles un homenaje personal. Pasé por la calle donde fueron asesinados. Una placa honra su memoria.
Fue una época dura. Ahora nos hemos olvidado que ETA mataba por las calles. Incluso los que tanto critican la Transición no son conscientes que en los años 80 podía haber 90 víctimas al año.
Un día coincidí en una tertulia -cuando todavía me invitaban a alguna- con María San Gil. Solo de pensar que estaba comiendo Gregorio Ordóñez cuando fue asesinado me daba escalofríos. Una mujer de una entereza admirable.
Y en otra coincidí con el exministro del Interior Jaime Mayor Oreja. Sector duro del PP. Pero me confesó dos cosas.
Una que había coincidido con Salvador Cardús durante la mili en un campamento sevillano. Cardús en la litera de arriba y él en la de abajo. O al revés. No sé si conservan la amistad.
La otra, que llevaba siempre en la cartera la foto de cuatro antiguos dirigentes de la UCD del País Vasco. Todos excepto él habían muerto a manos de ETA.
Por todo elllo no he entendido nunca que Arnaldo Otegi sea una de los referentes del proceso.
El día que fue al Parlament lo recibieron como una estrella de rock. Hasta bajó de una furgoneta. Las diputadas de la CUP Mireia Vehí y Eulalia Reguant aplaudiendo a rabiar.
Mientras que Lluís Corominas, de CDC, casi haciendo reverencias en calidad durante la audiencia con Carme Forcadell en el despacho de la presidenta.
Que conste que Otegi fue condenado en su día. Y cumplió pena de cárcel. A todos los efectos ha rendido sus cuentas con la justicia.
Además mejor estar en las instituciones que pegando tiros por ahí.
Pero siempre me quedará la duda de si participó en el secuestro del diplomático Javier Rupérez.
Recuerdo una tercera de Rupérez en el ABC (4/12/19) que empezaba así: “Tal dia como ayer, 11 de noviembre, hace cuarenta años, un comando terrorista de ETA dirigido por Arnaldo Otegui me secuestró al salir de mi casa, en Madrid. El secuestro se prolongó durante 31 días, hasta el 12 de diciembre.
No tengo constancia de que el líder de Bildu se querellara por injurias. O sea que debe ser cierto.
El otro referente es Gonzalo Boye. Como abogado de Puigdemont está cada dos por tres en TV3 o en Catalunya Ràdio.
Boye fue condenado por colaboración en el secuestro del empresario Emiliano Revilla a finales de los 80.
El más largo hasta el de Ortega Lara: 249 días. Del 24 de febrero al 30 de octubre de 1988.
También me tocó cubrirlo porque, en esa época, trabajaba en la delegación de La Vanguardia en Madrid.
Recuerdo que ese verano -con permiso de Joan Tapia, entonces mi director- me tomé un permiso laboral no retribuido para mejorar mi inglés en Estados Unidos como monitor de la YMCA.
Lo primero que hice tras aterrizar en Barajas fue preguntar al taxista que me llevaba a casa sobre el paradero de Revilla porque entonces todavía no había ni internet ni móviles. La respuesta me dejó frito: continuaba secuestrado.
Hay que decir que el empresario salió posteriormente bastante entero del secuestro. Pero eso fue por su enorme fuerza de voluntad y una cabeza privilegiada.
La misma que le permitió levantar la empresa que llevaba su nombre y que se hizo popular al grito de “Chorizo Revilla, un sabor que maravilla”.
Hace unos meses vi a Boye en el Parlament. Lo abordé directamente. Me dijo que había dejado su pickup a los secuestradores pero que él no sabía nada.
Puede ser pero incluso en este caso no deja de sorprenderme que se haya convertido en otro referente del proceso.
Aunque todavía me sorprende más en el caso de Otegi. He visto en twitter hasta hacerse fotos con niños.
Mientras que en la última campaña electora participó, como estrella invitada, en el míting central de Esquerra junto a Oriol Junqueras y el futuro presidente, Pere Aragonès.
Y en octubre del 2019 fue agasado por Quim Torra en el propio Palau de la Generalitat tras la firma de la llamada declaración de la Llotja.
Ahí se hicieron la foto con él hasta el presidente del PDECAT, David Bonvehí. sin duda una de las causas de la extinción parlamentaria del partido.
La única explicación posible es que en Catalunya, incluido el independentismo, andamos escasos de referentes.
No me extraña: Pujol ha dejado de serlo por razones obvias. Maragall está enfermo. A Montilla siempre lo trataron como a un charnego.
Pero, a pesar de todo, es sorprendente este blanqueo de ETA. Al fin y al cabo, sólo en Catalunya hubo casi sesenta muertos.
Y atentados trágicos como Hipercor, Vic o Sabadell, entre otros.
¿Que pensarían las víctimas? ¿Qué deben pensar ahora us familias? Probablemente que, tambien en esto, nos hemos vuelto locos.
Pero unos más que otros.