Estamos asistiendo a un espectáculo fascinante: el progresivo declive de Pilar Rahola.
De momento es de una manera sutil.
Y quizá la afectada ni siquiera se ha dado cuenta.
Me extrañaría porque tonta no es.
De momento ya no suelta monólogos en solitario en TV3.
En el FAQS del pasado día 19, por ejemplo, tenía otros tres contertulios en la mesa: Ernest Folch, Xavier Fina y Alejandro López-Fonta.
Es cierto que no eran unos opositores acérrimos.
Uno era de la cuerda, el otro de los Comunes y el tercero muy flojo pese a ser cuota PP.
Pero ya no es lo mismo.
Y en La Vanguardia tampoco está en la columna estrella del diario.
Ha retrocedido un par de páginas.
Aunque sabría decirles si todavía escribe casi todos los días porque ya no la sigo con fruición.
Ya se lo dijo a David Madí: “yo ya no puedo salir menos en la tele”.
“Cualquier tío que va a una tertulia sale más rato en la televisión que yo”, añadió.
"Manda huevos", que diría Federico Trillo.
Conozco en la Catalunya actual muchos condenados al silencio, al ostracismo, a las catacumbas.
Pilar Rahola ha cometido un error fundamental en periodismo: poner todos los huevos en el mismo cesto.
En otras palabras, se le ve demasiado el plumero.
Ahora ve peligrar su futuro en la cadena pública -e incluso en La Vanguardia- si Esquerra supera a JxCat.
Los republicanos -y los de la CUP- ya han expresado en más de una ocasión su incomodidad en la comisión de control de la CCMA.
Entre otras razones porque siempre dispara a los mismos. Su animadversión a ERC es proverbial.
Pese a haber representado a este partido en el Congreso y en el Ayuntamiento de Barcelona.
Joan Puigcercós, cuando llegó a Madrid para sustituirla, se encontró no le había dejado ni un papel.
"El ordenador de Rahola estaba vacío, todo se había borrado, y se tuvo que reprogramarlo de nuevo" (1).
Que conste que todo ello lo digo con pesar.
Rahola y yo éramos amigos.
Hasta nos hacíamos fotos juntos como pueden ver.
Admiraba su background cultural, su velocidad de reflejos, su valentía para ir a contracorriente en temas peliagudos como el Islam o la inmigración.
E incluso le perdonaba todo: sus trasvases del periodismo a la política.
O numeritos como cuando la grúa se le llevó su coche en Badalona: “¿No sabe quién soy yo?”.
Todavía recuerdo artículos suyos memorables.
Como uno en El País en el que advertía: "¿Quo vadis Cataluña?". Lamentablemente todavía es vigente veinte años después..
Ya no queda nada de aquella Rahola que conocí.
Lo que no sé es por qué lo ha hecho.
¿Por ego? ¿por dinero? ¿por ir a TV3?
En fin, ella sabrá.
Pero es una lástima porque los países, para avanzar, necesitan un punto de autocrítica.
El papel reservado tradicionalmente a los intelectuales.
Quizá podría haber sido nuestro Thomas Bernhard o nuestro Leonardo Sciascia.
Por poner dos ejemplos de Austria e Italia, respectivamente.
Aunque cuando expreso esta opinión en petit comite siempre me dicen que sobrevaloro sus méritos culturales.
Una lástima tot plegat.
(1) Oriol Malló: "Madrid Confidential. Les aventures del diputat K". La Campana, página 111, Barcelona 2004.