No me ha gustado el discurso del Rey.
Y que conste que dije hace casi una semana que no iría mal para dar ánimos.
Pero me ha parecido tarde y mal.
Tarde porque podría haber sido antes.
Aunque supongo que no podía hacerlo hasta que el Gobierno español se pusiera las pilas.
Y el estado de alarma no fue anunciado hasta el viernes.
Mal porque no podía esquivar la polémica de su padre.
Aunque solo fuera para repetir las líneas principales del comunicado del otro día. Entre la contricción y las medidas enérgicas.
Es cierto que ambos temas no tienen nada que ver.
Pero el tema está en la calle. Y con interrogantes.
¿Para qué demonios quiere Juan Carlos I 65 millones a su edad?
Y la más peliaguada: Si lo sabía desde hace un año según el comunicado del pasado día 15 ¿por qué no lo hizo público antes?
Ahí faltaron reflejos de la Casa Real. Cuando trasciende en la prensa inglesa ya es tarde.
No habría estado mal un mea culpa televisivo entonces. Com su padre con el safari pero más formal
Por, eso yo habría empezado hablando de la cuestión.
Los malos tragos, primero.
Coger el toro por los cuernos.
Y luego centrarse en el dichoso coronavirus.
En plan, queridos conciudadanos: quería dedicar mi intervención a la crisis que nos afecta pero no puedo ni debo soslayar …
En fin, una ocasión perdida.
Para él y para la institución que representa.
Y que conste que soy monárquico.
Entre la monarquía y la república prefiero la primera opción.
Ni en España -ni en Catalunya- han funcionado nunca. Basta con leer a Pla o a Chaves Nogales.
La monarquía -salvo errores como Alfonso XIII- da estabilidad.
Y digan lo que digan seis países europeos son monarquías. Todos democracias avanzadas o incluso las envidiadas sociedades nórdcas: Gran Bretaña, Suecia, Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda.
Deberíamos añadir también Luxemburgo y Liechtenstein aunque por sean Gran Ducados a pesar de sus reducidas dimensiones.
Lástima, una ocasión perdida.
El Rey podría haberse mostrado más humano. Habría ayudado a consolidar la monarquía.
P.D/ Tampoco me ha gustado el lenguaje del discurso. Demasiado convencional. Incluso frío para las circunstancias.