Muy desesperados deben estar en Junts para pensar en Xavier Trias, a sus 75 años, como alcaldable.
Incluso a pesar de que personalmente esté a favor de la madurez y de la experiencia.
Al fin y al cabo a Churchill a lo nombraron primer ministro de un Inglaterra en guerra a los 65.
Y Adenauer tomó las riendas de una Alemania destrozada a los 73.
Pero no me extraña: Puigdemont, a lo suyo.
Laura Borràs, con juicio en ciernes.
En Madrid no pintan nada.
Y en la Generalitat, a remolque de ERC, por muchos aspavientos que hagan.
Además, en Barcelona, Elsa Artadi los ha dejado tirados.
Todavía recuerdo que, la pasada Diada de Sant Jordi, montaron un stand gigante en la Rambla Catalunya poco antes de la espantada.
Debió de costarles un pastón.
Y Neus Munté no tiene el gancho suficiente.
Ya fue elegida, en primarias, antes de las últimas municipales.
Y luego le pusieron a Quim Forn por delante. Hasta a la propia Elsa Artadi.
En fin, cualquier cosa mejor que Colau.
Lo que no sabe Trias es que Mas le hundió la campaña del 2015.
El entones líder de CiU proclamó el último día que “el proceso soberanista está en riesgo si CiU pierde Barcelona”
“No me puedo imaginar un futuro de Catalunya basado en el derecho a decidir con su capital que le gira la espalda”, añadió.
El resultado fue ipso facto.
Hasta algunos convergentes no independentistas votaron a Colau para probar. Era la novedad.
A las pruebas me remito: Los Comunes sacaron 176.000 votos y CiU 159.000.
Duran, mucho más listo que Mas, había apelado en cambio al voto útil. Se lo veía venir.
A la todavía alcaldesa la votaron hasta en Sarrià-Sant Gervasi (7.000 votos y pico) y el Ensanche (25.000 mientras que CiU se quedaba en 35.000).
El único problema de Trias es de autoridad moral.
Como la mayoría de dirigentes de Convergencia se apuntaron al carro del proceso.
Nadie alzó la voz.
Para figurar -creo que aspiró a ser Síndic de Greuges-, continuar en el candelero o no perder fuelle.
Algunos, como él, a pesar de que no eran ni siquiera independendistas.
Ahora lo van a tener difícil para intentar recuperar el poder perdido.