Yo, de verdad, no sé cómo a Ayuso no la dejan ser presidenta del PP de Madrid.
Sería lo más normal del mundo. Bicefalias, las justas.
Sólo han funcionado en el PNV. Y aún porque ahí el presidente del partido manda más que el lehendakari.
Si no que se lo pregunten a Juan José Ibarretxe que, tras presentar el plan que llevaba su nombre en Madrid -y que tanto encandiló al independentismo catalán- bajó cuatro escaños en las siguientes elecciones autonómicas. El PNV puso entonces el freno.
Recuerdo que, hace años, el entonces alcaldable de CiU por Barcelona Joaquim Molins, fallecido en el 2017, pidió a Artur Mas aunar la dirección del grupo muncipal y la del partido.
Mas frenó la operación porque Molins provenía de UCD-Centristes de Catalunya y los talibanes no se fiaban de él.
De hecho puso a Quim Forn de presidente del CDC de Barcelona. En cierta manera la carrera del que con el tiempo llegó a consejero de Interior -y de Supremo- empezó ahí porque, hasta entonces, había permanecido en un segundo plano.
Forn, ni que decirlo, era de la absoluta confianza. Molins acabó dejando el ayuntamiento. Pero, en los siguientes comicios, Clos sacó 15 concejales; CiU, 9. Y eso que bajó.
En resumen: en política, de batallitas, las justas. Sobre todo si son internas.
Yo, la verdad, en la batalla del PP de Madrid me pierdo. No sé si es un tema ideológico o simplemente una cuestión de ego.
Y, en éste caso, si entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, Teodoro García Egea o ambos.
¿Pero el PP tiene a alguien más conocida que ella en Madrid? No. Pues ya está, zanjado el debate. Hasta arrasó en El Hormiguero.
Es cierto que la presidenta de Madrid es un producto de partido. Como el propio Casado, Pedro Sánchez o Pere Aragonès, por otra parte.
Aunque ha bebido de la política desde los 16 años. No se perdía, por ejemplo, una conferencia de la escuela de verano de la FAES.
Además, en las elecciones autonómicas de Madrid del pasado 21-M consiguió cuatro diputados más que toda la izquierda junta (65 a 58).
¡Pero si la votaron hasta socialistas! Sin olvidar el favor que nos hizo con Pablo Iglesias. Dos por uno.
Por otra parte ha sabido entenderse con Vox sin aspavientos, que tampoco es moco de pavo en los tiempos que corren.
Es cierto que todavía no sé si es buena o mala pero como dijo un día Manuel Trallero en uno de sus programas “cuanto antes lo sepamos mejor”.
Voy a terminar, abusando de su paciencia, con una anécdota personal: Tras la pandemia mi mujer y yo fuimos un día de paseo a Igualada.
En la cafetería donde merendamos aproveché para preguntar a la propietaria -deformación profesional- cómo lo llevaban.
"Mal", me respondió. “Necesitamos una Ayuso”, añadió. Sin duda harta de los palos de ciego del gobierno español y el catalán con el covid mientras en Madrid permanecían abiertos.
Igualada, para los que les pille lejos, es territorio indepe. El ayuntamiento todavía tenía entonces una pancarta a favor de los presos en el balcón aunque la última vez que estuve ya lo habían descolgado.
Sin duda un gran argument para atraer el turismo nacional y exportar sus productos textiles al resto de España.
Es verdad, por otra parte, que quizá es aún poco conocida más allá de Madrid, que es joven y que le falta rodaje.
Pero cuanto antes se pongan las pilas en Génova mejor para ellos. Sin prisas pero sin pausas.
Yo, en unas elecciones generales, la votaría. Me da igual que sea del PP. Si fuera del Partido Pirata o del Partido Animalista también la votaría.