Me niego a considerar a Cuevillas el indepe bueno.
Me niego incluso a participar en operaciones como la de La Vanguardia que, para echar una mano a ERC, lo defendía este miércoles en un editorial.
Comparaban a Laura Borràs con Alfonso Guerra y recordaban aquella frase del entonces vicepresidente: “el que se mueve no sale en la foto”.
Ya sabemos quién debe haber escrito el texto porque el propio director, Jordi Juan, la citaba en su artículo de este martes.
Y, como se pueden imaginar, yo tampoco voy a salir en defensa de Laura Borràs. Mucho menos de Junts. Ni siquiera de Esquerra.
Pero Jaume Alonso-Cuevillas ha sido hasta ahora uno de los palmeros judiciales del proceso.
Ha habido más, claro. No habríamos llegado hasta donde hemos llegado -el fondo del pozo- sin el trasvase de todo tipo de palmeros y conversos al proceso.
Lo que pasa es que aquí, a los conversos, no les llamamos tránsfugas como en Madrid o en Murcia.
No me cansaré de repetirlo: Los palmeros tienen mucha responsabilidad en todo lo que ha ocurrido.
En el bien entendido que hay de diferentes tipos: mediátidos (Francesc-Marc Álvaro, por ejemplo), institucionales (Carles Viver Pi-Sunyer) o jurídicos como el propio Cuevillas.
En el caso de este último su proximidad a Puigdemont -que permanece callado ante la polémica- le daba un plus de autoridad moral. No en vano es su abogado personal.
De hecho iba impartiendo leccioines en TV3, en Rac1 o en Catalunya Ràdio. Pedía la dimisión de Miquel Buch, decía que la independencia era “imparable” o que Roger Torrent se comportaba como el juez Marchena.
Por eso, no es que Cuevillas haya visto ahora la luz -como otros, por otra parte- es que se ha acojonado: ahora ve que le puede tocar a él. ¡Y serían penas de inhabilitación, ni siquiera de cárcel!
Dejo de lado, como ha publicado algún articulista, si necesita “la política para vivir” o para cobrarse facturas pendientes -si las hay- por su defensa del de Waterloo. Otros las tienen pendientes.
Lo peor es que todos -Cuevillas y el resto- sabían que el proceso no podía salir bien. Es más: que saldría rematadamente mal.
¿Cómo vas a declarar la independencia de un territorio con menos de la mitad de la población a favor?
¿Y ustedes creen que personas con el nivel de Pilar Rahola, el citado Francesc-Marc Álvaro, Vicent Sanchis o José Antich no lo sabían? ¡Claro que lo sabían! Lo veía hasta yo que soy un mindundi.
Por eso, que no digan ahora que no vale la pena dejarse inhabilitar “por una tontería”.
Es exactamente lo que han estado haciendo durante los últios años: aprobar leyes, resoluciones y declaraciones que eran castillos en el aire.
“Una ensoñación” en palabras del Supremo.
Pero ahora el daño -político, económico, social e incluso moral- ya está hecho.
Y Jaume Alonso-Cuevillas -como el resto: a algunos los cito y otros no caben en un simple artículo- deberían pagar al menos con la ignonimia.
Si yo fuese uno de ellos en vez de ir como héroes -incluyo a los presos o presas que se quejan amargamente tras serles revocado el tercer grado- no saldría de casa avergonzado de lo que han hecho.
Y sobre todo por qué lo han hecho. Sospecho que, en la inmensa mayoría de los casos, ha sido sólo por dinero.
