He de confesar que Jaume Collboni no es santo de mi devoción.
Siempre lo he visto como un superviviente. Que pasa de puntillas. No sabes si viene o va.
Quizá mi percepción viene influida también por alguna experiencia personal
Recuerdo que hace años, cuando se casó en el Ayuntamiento de Barcelona, lo recogimos en e-notícies.
Era una noticia que había avanzado Jordi Basté en Rac1. Por supuesto citamos.
Me llamaron del gabinete de prensa del PSC.
- “Que dice Jaume Collboni si lo podéis sacar”, que si es vida privada, bla, bla, bla.
La descolgamos.
Sólo he descolgado dos noticias a lo largo de mi vida en e-notícies. Ambas a dirigentes socialistas.
Al cabo de un tiempo se casó. Fue un acontecimiento por todo lo alto.
Salió en todos lados. También, por supuesto, en las páginas de color rosa.
Me sentí imbécil.
La idea que tengo de Jaume Collboni no debería empañar su trayectoria profesional.
Si la tuviera, pero en esto tampoco está la cosa para tirar cohetes.
Francamente, creo que ha hecho política por proceder de la UGT y, no sé, si incluso por su orientación sexual.
Recuerdo que, en las elecciones al Parlament del 2010, era jefe de campaña de Montilla.
Un resultado brillante: perdieron nueve diputados. De 37 a 28. Montilla se fue a casa; Collboni, no.
Al contrario, fue recompansado con la candidatura para la alcaldía de Barcelona.
Es cierto que, en aquellos años convulsos para el PSC, influyeron otros factores.
El candidato in pectore, Ferran Mascarell, se fue de consejero de Cultura de Artur Mas tras negarse a concurrir en unas primarias.
Eso sí, de segundo plato porque antes el líder de CiU se lo ofeció a Mónica Terribas.
Cuatro años después, Collboni -que era el candidato del aparato- venció a Jordi Martí y a Montserra Tura.
Hay que decir que tuvo el apoyo en masa de los pakistaníes del Raval, gracias al dirigente socialista Mohamed Igbal.
Del cabreo, Jordi Martí acabó fichando como gerente del Ayuntamiento de Barcelona con Ada Colau y ahora es concejal de los Comunes.
Desde junio del 2016 hasta octubre del 2017, Collboni fue segundo teniente de alcalde hasta que la alcaldesa, tras el 1-0, decidió romper con los socialistas.
Colau es de aquellas que también huele la dirección del viento antes de tomar decisiones.
Lo que no impidió, sin embargo, al alcaldable socialista volver a pactar con ella tras las municipales del 2019.
Como primer teniente de alcalde -nada menos que de Economía, Trabajo, Competividad y Hacienda- ni fu ni fa.
No le recuerdo niguna medida destacada.
Eso sí, muy en su línea, el PSC se atribuyó el fin de los cortes de la Meridiana cuando se no le había visto ni en pintura por las inmediaciones.
En realidad era la propia Guardia Urbana -que depende de Albert Batet- la que cortaba la avenida con la excusa de regular el tráfico. Lo vi con mis propios ojos.
Si ahora ha avanzado la decisión de cortar por lo sano es porque -entre Xavier Trias y Ernest Maragall-, son muchos a repartir el pastel y ya no es el principal aspirante.
A pesar de que tiene el viento a favor: el PSC ganó las elecciones al Paralment y Pedro Sánchez gobierna en La Moncloa.
¿Pero para qué votar como alcaldable a alguien que ha gobernado durante los últimos cuatro años con Ada Colau?