Parece que, ante la desidia de las Administraciones, un día tendremos el primero muerto. Y probablemente será en la Meridiana.
En efecto, Catalunya se dirige con paso firme y seguro hacia un conflicto civil.
Está por ver si será enquistado como en el Ulster.
Larvado como en Bélgica, donde hay dos comunidades enfrentadas.
O si incluso llegaremos a las manos. No descarto tampoco que haya sangre.
Hay algunas señales alarmantes en el horizonte.
En primer lugar, que hemos entrado en la fase de intentar controlar el territorio.
Por ejemplo, se creen que Vic es suyo.
¿Quién se cree que es Ayuntamiento para prohibir una carpa a un partido parlamentario o una entidad privada?
Porque, en este último caso, no era el Daesh o el Ku-klux-klan sino de Escuela de Todos.
Y por lo que hace a Ciudadanos, el consistorio ya ha sufrido un rapapolvo judicial. No se atrevieron a dar la cara en el juicio. Mandaron un funcionario.
Hay que recordar que la alcaldesa, Anna Erra, es maestra lo cual francamente tampoco ayuda a incrementar nuestra confianza en la escuela catalana.
Al final será verdad que adoctrinan. ¿Si como alcaldesa tiene estas actitudes que les contará luego a los niños como profesora?
De momento, ha pasado a la historia del parlamentarismo catalán por una sonada intervención en contra del castellano.
Aunque lo mejor eran las caras que iba poniendo el líder del PPC, Alejandro Fernández, sentado justo detrás de ella.
En fin, la segunda señal de alarma son las palabras.
Todavía recuerdo a Artur Mas o Francesc Homs, entonces todopoderoso consejero de Presidencia, quejándose del “lenguaje militar” del PP.
Luego Homs llegó a llamarle “macarra” al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, aunque esto no sea lenguaje militar sino barriobajero.
O Marta Pascal, entonces número dos del partido, denominando “soldados del PDECAT” a los consejeros cesados en julio del 2017: Jordi Baiget, Neus Munté y Meritxell Ruiz.
Los medios de comunicación se han llenado además de términos y expresiones como “luchar”, “represión”, “presos políticos”, “gobierno en el exilio”.
Si hay “presos políticos” y “gobierno en el exilio” como dicen hasta en TV3 esto es un dictadura y contra las dictaduras está legitimada la violencia.
Hay una generación de jóvenes, que empezaron en el Bachillerato o hasta en la ESO, que llevan diez años oyendo eso.
Que no tengamos un día un disgusto y se tomen la justicia por su mano. En mi pueblo hasta aparecieron un día pintadas de Terra Lliure.
Es una suerte que ya no haya cabinas telefónicas porque, en los tiempos de ETA, se empezaba con los cócteles molotov y se acaba con tiros en la nuca.
Porque, y éste es el más peligroso, hay una idealización de la violencia. Parece que sea como jugar a la Play.
Hace un par de años apareció un comic que describía una guerra de liberación en Catalunya. Imagínense los malos que eran los españoles.
Iba prologado por Jair Domínguez, estrella de TV3, y se preguntaba: "¿cuánto falta para la revuelta, el fuego y las llamas?”.
Lo único que me tranquiliza es, que en toda guerra, aparte de armas se precisan dos cosas: víctimas y carne de cañon.
Y no me imagino a Quim Torra, Laura Borràs o el citado Jair Domínguez yendo a pegar tiros.
Aunque, como saben, el primero coqueteó con la vía eslovena ... ¡siendo presidente!
Sí, ya se que esto es Europa occidental. Y felizmente estamos dentro de la Unión Europea
Pero no subestimen la capacidad de los catalanes de matarnos entre nosotros.
Lo hemos demostrado con creces a lo largo de la historia.
Una de las guerras civiles más largas de la Edad Media (1462-1472), tres guerras carlistas, els Fets de Maig.
Precisamente, Manuel Trallero recordaba el viernes en su programa que, según Vicens Vives, tenemos el récord europeo de guerras y revueltas.
Hace apenas veinte años era impensable una guerra entre Rusia y Ucrania.
Y nadie imaginaba durante los Juegos de Invierno de 1984 una guerra en los Balcanes unos años después.
Las guerras se saben cómo acaban -generalmente por agotamiento- pero no siempre cómo empiezan.
Nadie sabe quién pegó el primer tiro en Sarajevo.