Hace años llamé a un periodista amigo mío de Gerona:
- ¿Tú conoces a Puigdemont, verdad?
- Sí, desde hace más de veinte años
- Està com un llum?, le pregunté
- Sí, pero no de ahora. De siempre; respondió
Rufián se ha atrevido a decir lo que todo el mundo piensa: que Puigdemont no está en sus cabales.
Basta recordar que, los de su propio grupo parlamentario, lo apodaron como "el pastelero loco", según desveló Joan Coscubiela en una Contra de La Vanguardia. Yo me lo creo.
Recuerdo que, cuando salió elegido, me leí las cuatro hagiografías que salieron sobre él.
En una de ellas, explicaba que, cuando todavía había peajes, siempre pasaba por debajo del que indicaba Peatge en vez de Peaje “por si los contaban”.
Y que, cuando iba a Madrid, “en vez de aprovechar el puente aéreo siempre aprovechaba vuelos internacionales, aunque fuesen más caros” para poder enseñar el pasaporte (1).
El último ejemplo, de este mismo martes, es su propuesta de “una segunda vuelta del proceso” con disturbios para provocar “la represión” del Estado”.
Sólo alguien que vive en el extranjero o tiene sueldo público puede hacer una idea semejante.
Aunque Junqueras, en otro ataque de lucidez, ya amenazó en el 2013 con “parar la economía catalana una semana”.
Claro: él era eurodiputado. Cobraba un sueldo de 8.000 euros al mes. Dietas aparte. No tenía que levantar la persiana del negocio cada día.
Pero, en efecto, Puigdemont ha superado todas las expectativas.
Sin duda su aislamiento dorado en Waterloo ha agravado también la patología.
Acuérdense que hasta se inventó unos sellos de la República catalana y un Boletín Oficial del Consejo de la República, entre otras ocurrencias.
Como diría mi abuela, que en paz descanse: Qui no té feina el gat pentina.
Todo ello sin restar importancia tampoco al papel en el proceso de Gabriel Rufián, que ya se ha tragado sus palabras.
Puigdemont no convocó elecciones aquel nefasto 26 de octubre del 2017 por el tuit de las 155 monedas de plata, porque tenía la Plaza Sant Jaume de estudiantes llamándole ya “botifler” y porque a Santi Vila se le ocurrió la noche anterior que los decretos de convocatoria de elecciones anticipadas no se podían firmar de madrugada.
Así estamos.
(1) Jordi Grau / Andreu Mas: "Puigdemont, el president @KRLS". Editorial Pòrtic, Barcelona 2016, página 58