Me temo que Miquel Iceta no llegará a presidente.
Ni el PSC a gobernar la Generalitat.
Por supuesto puedo equivocarme.
Es más: ojalá me equivoque.
A pesar de las apariencias no he acertado nunca una quiniela periodística o futbolítica.
Y eso que Miquel Iceta me parece un buen tío.
Quizá demasiado buen tío para la política.
Abierto, dialogante, comprensivo.
La cabeza encima de los hombros. Los pies en el suelo.
Quizá un pelín blando para el proceso.
Siempre va de buen rollo.
Recuerdo cuando se mostró partidario de los indultos en plena precampaña.
No se cuántos votos perdió el PSOE entonces
¡Luego lo vetaron para el Senado!
No pasa nada. Miquel es un firme partidario del diálogo
¡Pero no se lo agradecen nunca! Lo tratan siempre a patadas.
Sólo hay que leer la entevista de este sábado a Oriol Junqueras en El País.
Más de lo mismo: no han hecho nada malo, los han metido en la cárcel “por poner las urnas”, el Estado es “franquista”, el Supremo “no tiene razón”.
Siguen sin aprender.
Ningún acto no ya de contricción sino simplemente de reflexión.
Si no quieren leerla entera basta con una frase: “será un placer cruzarme con los socialistas catalanes cuando salga de aquí y ver si aguantan nuestras miradas”.
¡Para eso los llevant al Parlament! ¡Para que puedan culpabilizar a los socialistas!
Y eso que Pedro Sánchez ha empezado el deshielo.
De momento ha autorizado nuevas embajadas incluso contra el criterio del TSJC.
Y la fiscalía -un organo jerárquico cuyo máximo responsable lo nombra el gobierno- considera que la inhabilitación de Torra puede esperar a la sentencia definitiva del Supremo.
Iceta tiene tres cosas más en contra.
Primero, que en Madrid siempre los puentean. Ya pasaba con Pujol, que se entendía directamente con Felipe González.
Segundo, la ley electoral. O más significativamente la falta de una ley propia.
Pujol consiguió tes mayorías absolutas casi sin pestañear.
En cambio Maragall tuvo que pactar con cuatro partidos para gobernar: el PSC, Esquerra, ICV y EUiA.
Además lo consiguió al segundo intento. ¡Cómo habría cambiado la historia de Catalunya si hubiera llegado a la presidencia en plenas facultades en 1999 en vez de cuatro años más tarde!
Finalmente, y es la más importante: el marco mental.
Mientras los indepes sigan creyéndose los buenos de la película y el resto os malos no hay nada que hacer.
Para ganar un partido hay que creérselo.