¿Cuándo empezó la degradación del Parlament?
Probablemente con Ernest Benach.
Hasta entonces para llegar a presidente de la cámara catalana había que haber hecho algo importante en la vida.
Era una recompensa, por así decirlo, a una larga trayectoria de servicio al país: Barrera, Coll i Alentorn, Xicoy, Reventós, Rigol.
Incluso el ahora tan criticado Heribert Barrera -aparte del exilio- era licenciado en químicas, en físicas, en matemáticas y doctor en ciencias físicas.
Benach, cuando llegó al cargo en el 2003, difundieron una biografía oficial de casi dos páginas.
Pero de actividad laboral al margen de la política había sólo dos líneas: “En 1979 entró a trabajar para la Dirección General de Transportes de la Generalitat y, al cabo de unos años, pasó a la Dirección General de Juventud”.
No especificaba ni siquiera las funciones o el cargo. Mejor no preguntar.
Para rellenar añadieron que había sido responsable de un agrupament escolta y cap de colla dels Xiquets de Reus.
Ernest Benach llegó a la presidencia en agradecimiento a los servicios prestados: fue el primero en facilitar, en Reus, un tripartito PSC-ERC-ICV.
Y porque era amigo de Carod -con el cuál, por cierto, luego acabó fatal.
En el tripartito no sólo se repartían los cargos -como en cualquier gobierno de coalición- sino que ERC se los tenía que repartir entonces entre sus diferentes facciones: especialmente carotistas y puigcercosistas
Tras la victoria de CiU en el 2010 pusieron a Núria de Gispert. Parece que se recuperaba el perfil institucional.
No en vano, había sido consejera de Justicia, de Gobernación e incluso superconsejera de Justicia e Interior.
Bueno era conocida también como la convergente de Unió. La que le chivaba a Pujol las reuniones de la dirección del partido de Duran.
Personalmente ya intuí que alguna cosa no funcionaba cuando salió disfrazada de hada madrina en la contraportada de El País. Luego, con el tiempo, se confirmó esa primera impresión.
Fue también aquella que invitó Arrimadas a volverse a Cádiz. Hasta la llamó “inepta e ignorante”
Y eso que era la líder de la oposición tras haber ganado las elecciones con más de un millón de votos.
En cierta manera se lo estaba diciendo a más de un millón de catalanes.
De Gispert, engullida ahora por el proceso, tiene el triste mérito de haber sido la primera expresidenta reprobada por el propio Parlament. Sin duda, un record Guinness.
Después vinó Carme Forcadell. En fin, corramos un tupido velo en este caso.
Fue la que tuvo la ocurrencia de decir “president, posi les urnes”.
Con ella empezó al verdadera degradación del Parlament.
El conculcar el reglamento, ignorar las opiniones de los letrados, olvidar los derechos de las minorías o aprobar las leyes con nocturnidad y alevosía como las de Transitoriedad y la de Referéndum.
Lluís Corominas y luego Lluís Guinó tenían que ir chivándole en los plenos qué artículo del reglamento tenia que aplicar.
A continuación vino Roger Torrent porque Carles Mundó dijo que no. Con un juicio bastaba.
Por decirlo de alguna manera era el regreso a la vía Benach: relativamente joven -rozaba los cuarenta- y con sólo carrera de partido.
Torrent ya cerró el Parlament un verano durante cuatro mesos para disimular las desavenencias entre Junts y ERC. Ya saben: això va de democràcia.
Hizo un amago de disputar el liderazgo a Pere Aragonès pero Junqueras había ungido al primero y supo retirarse a tiempo.
Lo recolocaron, como agradecimiento, en las listas. Pero por las Barcelona porque por las de Girona podría haber sufrido el desgaste de las bases.
Al fin y al cabo fue retiró el escaño a Quim Torra. En Junts no se lo han perdonado. Albert Batet todavía se lo recordaba el otro día.
Actual titular del Departamento de Empresa. Nunca se había visto hasta ahora que un expresidente del Parlamente -el segundo cargo institucional del país y el que más cobra- vuelva al Govern.
De momento, pasará a la historia por la marcha de Nissan.
¿Pero podía empeorar la cosa?
Sí, ahí está Laura Borràs.
Borràs es fruto del proceso. Ella misma tiene un libro en el que se confiesa “hija del 1-0”.
Es, en efecto, aquellas figuras catapultadas en tiempos convulsos.
Una profesora universitaria que se ha asegurado una plaza en la Falcultad de Traducción e Interpretación de la UAB por lo que pudiera pasar.
Y un día, alguien nos debería de explicaer su salida de la UOC. Yo soy todo oídos.
Era una desconocida por el gran público hasta que presentó un acto en Palau en el 2017 en el que se conjuraban para hacer el referéndum.
Una de las pocas del núcleo duro de Quim Torra, ha sido sucesivamente portavoz en el Congreso (2019-2021) -volvió para retrasar la causa en el Supremo- y consejera de Cultura (2019-2021)
Hay que decir que llegó a la presidencia del Paralment como premio de consolación porque, gracias a los más de 40.000 votos que se llevó el PDECAT, no alcanzó la de la Generalitat.
Cuando, tras ser elegida diputada los Mossos le rindieron honores, pensé que en el fondo estaban rindiendo honores a una investigada por cuatro presuntos delitos: prevaricación, fraude en la administración, malversación y falsedad.
Con ella el Parlament ha llegado al máximo, al menos por ahora, de degradación porque olvida con frecuencia el papel institucional que, en las democracias, se reserva en general a la figura del presidente de las cámara. La sale, sin duda, la vena activista.
Al inicio de más de un pleno ha soltado alguna intervención más propia de un mítin de campaña que de una cámara legislativa.
Ha tenido encontronazos con diputados de la oposición como Ignacio Garriga (Vox) o Nacho Martín Blanco, que obviamente no son de su cuerda.
Y gobierna el pleno con mano de hierro. Inflexible en el control del tiempo excepto cuando son los suyos.
El otro día interrumpió a la consellera Geis con un “perdón, consejera, se le ha terminado el tiempo” y media sonrisa en el rostro por semejante osadía.
En el Parlament, ha impulsado un codigo de buenas conductas que, básicamente, es para joder a Vox o no hablar de determinados temas peliagudos como el de la inmigración a pesar de que siempre decían que, en el Parlament, se tiene que poder hablar de todo.
Los letrados ya le han dicho en algún caso que no hay base para sancionar.
Pero el problema no es la degradación de la presidencia de la cámara catalana.
El problema es, con el proceso, la degradación de todas las instituciones. La Generalitat entera.
La presidencia de la Generalitat -tres expresidentes con problemas judiciales-, la del Parlament o la propia cámara catalana.
Incluso de instituciones colaterales como los Mossos, TV3, la función pública, la escuela catalana. Incluso los Bomberos o los agentes rurales. Lo han politizado todo. No se salva nadie.
Tanto quejarse de que el 155 había suspendido el Parlament y ahora quieren hacer lo mismo.
Hace unos meses, en e-notícies dimos la exclusiva, de unos catalanes que habían lanzado pintura contra la fachada del Palau de la Generalitat.
Creo que eran los propietarios de un bar de l’Hospitalet hartos de las medidas covid.
Yo, por supuesto, no apruebo los hechos y supongo que les caerá todo el peso de la ley.
Pero esto era impensable hace apenas unos años cuando la Generalitat era uns institución respetada y se percibía como el gobierno de todos.
Ahora, no. Es una institución que incluso tiene un montón de imputados, se pelea con todo el mundo, clama por la desobediencia y no da un palo al agua.
Lo peor de todo es que no parece que hayamos tocado fondo.
En política, especialmente en la catalana, todo es susceptible de empeorar.