El otro día estuve en la Meridiana.
El corte ininterrumpido que, desde hace más de cien días, llevan a cabo en esta avenida en defensa de los presos políticos.
Para los que sean de fuera de Barcelona, incluso de fuera de Catalunya, hay que aclarar que es una de las cuatro vías principales de acceso a Barcelona junto a la Diagonal, la Gran Vía y las Rondas.
Es como si en Madrid cortaran cada día la M-30 pongamos por caso.
Llegué justo a tiempo: en el momento en que un centenar de personas invadía la calzada.
En mi época -yo soy del barrio- tenía ocho o diez carriles aunque con el tiempo se han reducido porque han ensanchado las aceras.
Eran, en efecto, menos de cien. Quizá un poco más. Pero habría también curiosos, passavolants y mirones.
Los que llevaban la voz cantante eran jóvenes encapuchados. Todo muy normal.
También gente mayor. Uno llevaba un escudo que parecía del capitán América. Otro una bandera de la República española.
Los ánimos estaban caldeados porque un vehículo había conseguido pasar en el último minuto.
Oí que un manifestante le decía a otro: “han detenido a uno por dar una patada en el coche”.
Que es lo que suele pasar en los países civilizados. Catalunya ha dejado de serlo hace tiempo.
Los agentes de la Guardia Urbana -los Mossos brillaban por su ausencia- aguantaban el chaparrón.
“Cuando vienen los nazis no viene tanta Urbana”, gritaba un manifestante.
¿Nazis? pensé.
Quizá se refiere a un protesta de signo contrario que hubo hace unos días pero ni siquiera llevaban preconstitucionales.
Además, por cierto, no cortaron la Meridiana.
En Catalunya, Todo el que no comulga con el proceso es facha. Deben haber subido la clasificación.
Entre las consignas que gritaban había las habituales de “fuera las fuerzas de ocupación”. ¡A la Guardia Urbana! Pero si todos deben haber nacido en Barcelona
También “ser policía, vergüenza me haría”. O “sin farlopa no sois nada”.
Tuve algún momento de tensión como cuando una señora me dijo:
- No se puede grabar
- ¿Per se puede cortar la Meridiana?, repliqué
- Sí, claro, tenemos notificación
- ¿Notificación? ¿De quién?
- De la ANC
- Pero la ANC no es la Guardia Urbana, tuve que aclararle.
Al menos la señora tenía razón en una cosa. Cuando dijo que: “es la Guardia Urbana la que corta la Meridiana". A las fotos me remito.
Tienen también un peculiar concepto de democracia. “Això va de democràcia”, decían en los inicios del proceso.
Un señor a su lado me insistió que no podía grabar pero él sí que lo hizo.
- Si lo que has grabado lo veo en las redes serás denunciado.
Cuando le recordé que era un espacio público me dijo:
- Grabar es absolutamente legal pero no puedes colgarlo en ningún sitio.
Otro de los jóvenes, de los que más gritaba, me conmino a irme.
- Si no eres de aquí, vete
- ¿Qué quiere decir que me vaya? Pero si soy de Barcelona. ¿Dónde me voy?
- Para grabar, no.
- Pero si usted también me ha grabado.
- Sí pero nosotros lo hacemos por algo.
Ése algo me llegó al alma. No sabía si reir o llorar.
En fin, ya ven como ha acabado la revuelta de las sonrisas.
Por suerte, del trabajo de campo pueden extraerse algunas conclusiones.
En primer lugar, que el corte de la Meridiana -ahora la zona cero del proceso- refleja la degradación de la causa.
La composición sociológica es para echarse a temblar: antisistemas, algún friki, catalanes de toda la vida y jubiletas.
Con la gente mayor que va con lazo siempre me asalta una pregunta: ¿dónde estaban durante la dictadura de Franco?
Pero por supuesto es tambén la degradación de las instituciones catalanas y del autogobierno
Barcelona se ha convertido en la única ciudad de Europa Occidental -que coño de Europa Occidental, del mundo entero- donde un centenar de personas puede cortar la Merdiana sin que pase nada. Que prueben en la Quinta Avenida de Nueva York.
El desprestigio afecta a todos: al Ayuntamiento de Barcelona, a la Generalitat de Catalunya, al Departamento de Interior, a los Mossos, a la propia Guardia Urbana.
Ya puestos hasta al Síndic de Greuges, siempre tan amigo de causas pérdidas y de viajar en avión. Como le corten la calle del chalet que tiene en la Cerdaña monta un pollo.
Desde luego hay responsables porque todo empezó con Artur Mas y el gurú que tení al lado: Francesc Homs.
Pero hay más.
- Ada Colau, alcaldesa de Barcelona
- Quim Torra, presidente de la Generalitat
- El Vivales (me niego a nombrarlo por su nombre).
- Miquel Buch, consejero de Interior
- Albert Batlle, teniente de alcalde de seguridad del Ayuntamiento de Barcelona. Éste empezó muy bien con los manteros, luego se ha diluido.
- Jaume Collboni, que gobierna con Ada Colau
- Incluso si me apuran el exconsejero de Interior Ramon Espadaler -uno de los damnificados porque vive en Osona-, superior jerárquico de Batlle en Units per Avançar.
La Meridiana no se corta sola.
Hay también responsables mediáticos. Los fogoneros del proceso. Los que no han parado de echar leña al fuego durante siete años.
En el caso concreto que nos ocupa, Pilar Rahola. Que salió en TV3 , cuando celebraan los cien días, diciendo que "la tozudez a veces tiene una gran fuerza simbólica".
Ya te vale, Pilar.
Helena García Melero, la de la paella, la despidió destacando "la perseverancia de todos estos manifestantes en la Meridiana".
O Antoni Bassas, en twitter, que destacó el "enorme valor político" de la protesta.
Esta mañana le he respondido que, con franqueza, no sé verlo.
Lo de siempre: sin los palmeros el proceso no habría llegado tan lejos. Colegas, bastaba con decir la verdad. Sólo la verdad.
En realidad, dice mucho de la profesión periodística en su conjunto. El reportaje que ayer colgué en youtube no lo verán en TV3.
¡La cadena pública les ha dado cancha!
En fin, tot plegat sólo significa también la descomposición de la sociedad catalana. Això es can pixa. No manda nadie.
Bueno, significa una cosa más: el Estado nos ha abandonado.
No me refiero a los no indepes, me refiero simplemente a los cuerdos.
Los que pagamos impuestos, circulamos por la derecha, no cruzamos en rojo.
Porque Catalunya ya no se divide entre indepes y no indepes sino entre indepes y cuerdos. A las pruebas me remito.
Y es cierto: El Estado nos ha dejado tirados.
Me da igual que sea el pérfido Estado opresor o el ugandés pero alguien tiene que poner orden a tanto disparate.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, suficiente atareado está con el el coronovirus. Apenas le dio tiempo de visitar los desperfectos del Gloria en el Maresme. Y porque lo tenía al lado de casa.
Pero si no que actúe la delegada del Gobierno en Catalunya, Teresa Cunillera. O la fiscalía. O el TSJC. O la Policía.
Me da igual quién lo arregle pero que lo arreglen. Sobre todo si no son capaces de hacerlo los Mossos por dejación de funciones.
Miquel Iceta, en la última fiesta de la Rosa del PSC, reivindicó “el progreso y el orden”
¡La izquierda reivindicando el orden! ¡Ya era hora!
Incluso Pedro Sánchez advirtió al Govern que no tolearía la vulneración de la ley.
Pues en la Meridiana, señor presidente, se están vulnerando cada día los derechos de miles de conductores. Usted no puede mirar a otro lado.
¡Pero si hasta entran las cámaras de televisión en las cárceles como Pedro por su casa! Nunca mejor dicho.
¡Haga algo!
PD/ Tras escribir este artículo he visto que hay otro en El Punt-Avui a cargo del historiador Josep Maria Solé i Sabaté. El título lo dice todo: "La Meridiana, un símbolo".