Hace años se me acercó un diputado de CiU y me preguntó:
- ¿Tú has escrito el libro de Ernest Benach?
- ¿Yo?, pregunté con sorpresa
- Ah, entonces debe haber sido Saül Gordillo
Se refería al volumen del entonces presidente del Parlament #Política 2.0 (2010)
Tengo otras anécdotas sobre el sujeto acusado ahora de agresiones sexuales.
En otra ocasión anterior me dijo que nos había citado en uno de sus libros. Creo que el Nació.cat (2007).
Supongo que para que hicieramos una reseña o le entrevistara.
El día que el libro cayó en mis manos me di cuenta de que nos había dedicado seis líneas de 132 páginas.
Estaba en su derecho pero que no fuera presumiendo entonces de habernos citado.
Ya entonces no debía ser yo un periodista con suficiente pedigree catalanista.
Tengo más anécdotas porque Saül Gordillo hacía, cada año, un listado de los periodistas con más seguidores en twitter.
A mí no me sacaba nunca. Estaba vetado.
Como se pueden imaginar no me quitaba el sueño pero hay que ser sectario para hacer una lista semejante y no poner al que te caiga mal.
Es, no sé, cómo hacer una lista de ciudades españolas y no poner Zamora, por ejemplo, porque te caen mal los zamoranos.
Saül Gordillo era un redactor normal y corriente de El Punt que hizo carrera al aproximarse a ERC.
También por su proximidad con Carles Puigdemont, con el que había tenido incluso negocios en común.
Eso explica que lo nombraran director de la Agencia Catalana de Notícies, la agencia de la Generalitat, durante el primer tripartito.
Cuando se terminó, tengo la sensación que Esquerra lo recolocó en El Periódico como jefe de contenidos digitales.
Creo que poco después hicieron uno de los primeros ERO del grupo Zeta y despidieron a 400 miembros de la plantilla.
Llegó a la cúspide con la dirección de Catalunya Ràdio entre el 2016 y el 2022.
Recuerdo que, poco antes, había editado un libro de Oriol Junqueras y Justo Molinero para el Sant Jordi del 2015 (Revoltats) en el que el líder de ERC apostaba por “desgobernamentalizar” los medios de comunicación públicos.
Lo primero que hizo en cuanto llegó a vicepresidente del Govern fue nombrar al que le había hecho el libro director de la emisora de la Generaliat.
En Catalunya Ràdio más de lo mismo. Un día, antes de Navidades, lo pillaron cantando villancicos a favor de los presos.
Aunque él lo negó en la comisión de control de la Corpo, que sólo estaba moviendo los labios.
Además, por cierto, si eras de la cuerda nunca se quedan sin trabajo: ahora lo habían metido en 8tv.
Como Vicent Sanchis o Eduard Pujol.
Cuento todo esto para que vean el aprecio que tengo por Saül Gordillo y estoy seguro de que es recíproco.
Pero dicho todo esto ya que nadie, absolutamente nadie, reivindica su presunción de inocencia lo haré yo.
Que conste que creo que está pringado. Además ya no es una mujer sino dos las denunciantes.
Pero a Eduard Pujol también le jodieron la carrera política -y que conste que tampoco comulgo con él- y al final el juez lo exoneró.
No sólo eso sino que resulta que era al revés. En este caso fueron tres.
Sin olvidar, ya puestos, el caso del fallecido Joan Ollé al que el diario Ara crucificó en portada. Falleció de un infarto a los 66 años. Seguramente del digusto.
Aunque insisto: la versión de las dos redactoras del Principal, digital como se pueden imaginar próximo a ERC, me merece toda la verosimilitud.
Agravado por el hecho de que el propio Saül Gordillo no ha salido a desmentirlo.
Pero si no lo defienden los suyos lo haré yo.
De hecho salió la consejera de Igualdad, Tània Verge, el mismo jueves dando por ciertas las acusaciones.
Y este viernes ha hecho lo mismo nada menos que el consejero de Interior. Joan Ignasi Elena lo ha condenado de facto no sin pruebas sino ni siquiera sin juicio.
Incluso el peor de los delincuentes tiene derecho a la presunción de inocencia hasta que se demuestre su culpabilidad.
Es una de las bases de nuestro ordenamiento jurídico.
Ordenamiento que algunos se empeñan en saltar.