Uno de los problemas más graves de de Catalunya es la falta de solidez de su clase dirigente. No sólo la política.
No hay gente con consistencia ideológica, incluso intelectual.
Faltan personas con convicciones firmes. Capaces de defenderlas a contracorriente.
Churchill estuvo diez años de travesía del desierto pero luego lo hicieron primer ministro de un país en guerra a los 65 años.
Como De Gaulle, por cierto, que también estuvo desaparecido entre la cuarta y la quinta república francesa (1946-1958).
Aquí la mayoría son unos veletas.
A un lado y a otro.
Pillemos, por ejemplo, Jaume Collboni, que ha hecho un tuit muy celebrado en las redes.
“Que cuatro gatos cortaran diarimante la Meridiana era una burrada”.
Lo dice ahora. Él que es primer teniente de alcalde de Barcelona.
No le recuerdo, durante estos 850 días de protestas, ninguna declaración en contra.
Ni mucho menos pisar el terreno a ver qué pensaban los vecinos.
Otra que también se ha apuntado al carro es Ada Colau.
Colau nunca sabes si es carne o pescado, si va o viene.
En su canal de Telegram ha afirmado que “hacía muchos meses” que pedía que el Govern terminara con esta “situación insostenible”.
Lo mismo. No se le conoce a Colau ningún posicionamiento público a favor de los vecinos.
En el pack podríamos incluir también a Albert Batlle, d’Units, exPSC -de ahí quizás la flojera- que como teniente de alcalde de seguridad tampoco ha hecho nada excepto filtrar un informe a La Vanguardia en diciembre del 2020.
Ni siquiera se atrevió a dar la cara en una rueda de prensa.
Soy testigo que, en realidad, quien cortaba la Meridiana era la Guardia Urbana de Barcelona.
A pesar de que en la protesta hubiera cuatro gatos.
Pero, en el otro lado lo mismo.
Se nota que Santi Vila quiere volver a la política porque ha ido a TVE y ha renegado del independentismo.
Que raro, juraría que yo mismo lo ví en la Diada de Salt en el 2016 con una camiseta con el lema “A punt”.
Sin olvidar aquellas declaraciones en un mítin en Figueras, antes del 1-0, en las que apelaba a la "dignidad".
“Si tenemos que ir unos días a prisión, iremos”, proclamó.
Incluso si tenía que jugarse el patrimonio se lo jugaría, añadió.
Aunque en este caso hay que decir que, en efecto, lo han dejado más solo que la una porque le han embargado por las obras de arte de Sijena.
¿Pero qué se ha hecho de la "dignidad", Santi?
Incluso ha reconocido que “mucha gente era procesista para ganarse la vida”.
¡Coño, como él!, que estuvo cinco años de consero entre el 2012 y el 2017 con un sueldo de 115.000 euros.
No le oí durante todo ese tiempo, y se lo reproché más de una vez, ninguna declaración sobre los riesgos del proceso.
Por eso, se nota que ahora quiere volver a la política.
Aunque sea como alcaldable por Barcelona de Centrem, la enésima reconversión de la antigua Convergencia.
En el pack podríamos incluir, precisamente, a la líder de la nueva formación, Àngels Chacón, que era también la líder del PDECAT.
Todavía guardo una foto suya de la última campaña electoral -sacaron 77.000 votos, no entraron pero al menos impideron a Laura Borràs ser presidenta de la Generalitat- en la que decía que estaban "comprometidos" con el partido.
Tan comprometida que no ha tenido ningún inconveniente en saltar de uno a otro a ver si tiene más suerte.
No saben vivir fuera de la política.
Es cierto que, a pesar de la mala fama, la actividad pública es agradecida.
Calculo que un político dedica el 60% de su tiempo o más a hablar: en reuniones de partido, en el Parlament, ante los medios de comunicación, en entrevistas en la radio o en la televisión.
Mejor esto que ser minero que decía la canción, barrer las calles, estar en un erto o incluso ser abogado de oficio.
Mejor dicho: no saben vivir de otra cosa que la política.
La vicepresidenta Joana Ortega, la del 9-N, intentó una incursión en el mundo del textil -fundó un outlet del que nunca más se supo- y tuvieron que recolocarla como asesora en Proyectos Transversales del Departamento de Empresa y Conocimiento.
Tampoco le fue bien como número dos del PDECAT en las últimas elecciones.
Y la exconsejera Meritxell Borràs la acaban de nombrar directora de la Agencia de Protección de Datos.
En el pleno del jueves el diputado de Vox Andrés Bello la llamó "golpista" y fue llamado al orden por la presidenta de la cámara, Laura Borràs.
En este caso tenía razón porque la exconsejera fue condenada por "desobediencia".
Pero me llamó la atención otra cosa: recordó que el artículo 7.2. de la Ley 32/2010 de la Autoridad Catalana de Protección de Datos establece que -leyó textualmente- el director o directora "es designado de entre personas con experiencia en materia de protección de datos".
Me temo que, en efecto, Merixell Borràs sabe de protección de datos lo que yo de física nuclear a pesar de que haya sido consejera de Gobernación, un cargo en todo caso de confianza polítca.
No deja de ser curioso que todos esos indepes que daban tantas lecciones de "dignidad" se la hayan comido al final con patatas.
Lo que yo digo siempre: de la dignidad no se come.