El Ministerio del Interior ha abierto expediente al guardia civil de las risitas.
El agente que grabó un vídeo del traslado de los presos y lo colgó en las redes.
Bien hecho. Excepto los periodistas -que lo utilizamos para el trabajo- debería estar prohibido emplear el móvil en horario laboral para usos particulares.
Pero vale decir que, más allá de la música y las risistas, no se oía ninguna expresión soez, de mal gusto o de falta de respeto.
Al contrario, fue reacción a algún grito de “¡cabrón!” lanzado por el público asistente.
Pero en el independentismo se lo tomaron com un casus belli.
En El Nacional de Pepe Antich titularon: “El menosprecio de la Guardia Civil a los presos durante el traslado”.
Creo que la plantilla de la Guardia Civil es de 85.000 personas. Pero bueno.
"Una vez más -empezaba la crónica-, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado han demostrado su falta de respeto y menosprecio hacia los presos políticos y los independentistas."
Pepe, ¿a ti no te puso Aznar de director de La Vanguardia? ¡Vaya cambio!
En la tertulia del Tot és mou, el programa de TV3 presentado por Helena García Melero -la de la paella-, parece que también fue muy comentado el tema.
Y en el TN noche recogieron puntualmente el agravio. No sé si antes o después de la descripción del autobús. Una explicación sutil de como España maltrata a los presos durante los traslados.
Yo más bien pienso lo contrario: ¿qué debieron pensar los guardia civiles?
Pero sobre todo: ¿qué deben pensar los españoles que han visto el video?
¿Qué todos los catalanes despedimos a los presos a las siete de la mañana? ¿Qué todos vamos con estelada? ¿Que todos aguantamos estoicamente bajo la lluvia?
Sufro sobre todo por los viajantes.
No sé si todavía hay aquellos representantes que, años atrás, iban a vender los productos catalanes por esas carreteras de España con una maleta bajo el brazo.
El periodista Ibáñez Escofet, en un artículo publicado en La Vanguardia en 1983, decía: “Soy de los que están firmemente convencidos que le poder económico de Catalunya, hoy en una situación de declive, se sostuvo en buena parte gracias a la dura y poco agradecida tara del viajante.” (1)
Por cierto, lo de "declive" lo decía hace 36 años. Algunos, pocos, hemos insistido con frecuencia en el tema. Visto el tiempo transcurrido debemos estar peor. Pero esta es otra cuesitón.
Y Josep Pla cuenta en su Viaje en autobús que cuando llegó en los años 40 a la la casa del desaparecido escritor Joaquim Ruyra (1858-1939) en Blanes el impresor del piso de debajo "me ha tomado por un viajante y esto me encanta” (2).
Quizá ahora el contacto personal ya no es tan importante y todo se hace por internet. Ojalá.
Pero pienso con frecuencia: ¿Cómo vamos a vender productos catalanes en España tras el proceso?
Sufro por Casa Tarradellas, CaixaBank, BancSabadell, Bon Preu o Estrella Damm, entre otras.
Aunque algunas empresas no se hayan significado políticamente o ni siquiera sean catalanas a estas alturas.
¿Pero cómo vamos a vender a partir de ahora fuets, cava o calcetines, por ejemplo?
La colega Rosa Cullell recordaba hace unos meses en un artículo en El País que el 40% de las ventas catalanas van a otras comunidades autónomas.
“Para ser más exactos, Cataluña comercia más con Aragón que con Francia o Alemania”, explicaba.
Pues eso.
En cambio, la mayoría de líderes del proceso no son empresarios ni viajantes ni autónomos. Tenían sueldo público.
Es como cuando Junqueras lanzó, desde Bruselas, la idea de parar la economía catalana una semana.
Claro: Él cobraba del Parlamento Europeo.
Ya entonces me pregunté qué debieron pensar los botiguers que tienen que levantar cada día la persiana de su negocio -y que les cuadren los números- de la propuesta de su líder.
(1) “El espíritu de los viajantes”, publicado en La Vanguardia el 3 de Diciembre del 1983
(2) Cito la edición en catalán que recientmente ha caído en mis manos: “De l’Empordanent a Barcelona”. Destino, Barcelona 1980, página 45
(3) El País: "La pureza", 13 de noviembre del 2018