¿Alguien en su sano juicio puede pensar que el Estado, a través del CNI, dejó cometer el atentado de las Ramblas?
Sí, el gobierno catalán.
Se lo pregunté el otro día a la portavoz, Patrícia Plaja, y respondióa que “cualquier sombra de duda se tiene que aclarar”.
O sea que sí.
La verdad es que en su primera intervención durante la rueda de prensa todavía fue más allá.
Recordó que el excomisairo Villarejo “involucraba al CNI” y que “habría tenido conocimiento o habría colaborado con el atentado” a través del imán de Ripoll
Hasta llegó a citar la “angustia, dolor e incerteza” de las víctimas.
Dar pábulo a unas declaraciones de un excomisario que está hasta el cuello de causas judiciales no me parece lo más correcto para un gobierno.
Teniendo en cuenta, además, que no tiene pruebas y que ya hizo lo mismo con el 11-M. La técnica del ventilador. Pero ellos sabrán.
Poco importó tampoco que el mismo Villarejo matizara sus afirmaciones al día siguiente.
De hecho, el propio presidente de la Generalitat exigió el martes en un comunicado las “investigaciones pertinentes” al Gobierno español y amenazó con acciones legales.
Al día siguiente, tras una conferencia en Madrid, Pere Aragonès rebajó el tono y afirmó que “no tengo elementos que me lleven a sospechar del Estado",
Sólo Junts y algunos digitales -El Nacional, Vilaweb, Nació Digital- insistían en la teoría de la conspiración el pasado viernes.
Hasta Esquerra se había ido desmarcando sutilmente.
El propio consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, este mismo lunes en Rac1 afirmaba que “no doy verosimilitud a lo que dijo Villarejo. No te puedes fiar”.
Quiero remarcar que es el consejero de Interior. No es la de Exteriores ni la de Igualdad ni la de Cultura.
No, es el consejero que manda sobre 17.000 mossos y, en teoría, uno de los hombres más bien informados de Catalunya.
En realidad, con las afirmaciones de Patrícia Plaja en nombre del Govern lo han dejado con el culo al aire si se me permite una expresión popular.
Además el cambio de actitud se produce unos días después de que JxCatalunya insistiera en el Ayuntamiento de Barcelona.
La propia Elsa Artadi, presidenta del grup municipal, anunció el viernes una moción para que la fiscalía general del Estado “investigue las declaraciones del excomisario” o el Congreso de los Diputados cree una comisión de investigación aunque ya hubo una en el Parlament.
Curiosamente los argumentos esgrimidos por la portavoz del Govern se parecen a los de Elsa Artadi con lo que tiendo a pensar que los consejeros de Junts presionaron en la reunión del Consell Executiu o incluso antes.
Hasta aquí los hechos, pero lo que decía al empezar este artículo: ¿realmente alguien puede pensar que el Estado permitió el atentado de las Ramblas -con dieciséis víctimas mortales- para joder al proceso o a los catalanes?
Sí, el independentismo.
Tampoco es la primera vez que circula la teoría de la conspiración.
Recuerdo que en julio del 2019 un agente de los Mossos y tertuliano habitual, Roger Herèdia, afirmó en un programa de TV3 que “el Estado esconde información, ha mentido, ha mentido el jefe del Estado y los servicios de información”.
“Se me generan muchas dudas: si podría haberse evitado”, añadió sin que, por cierto, ni la presentadora del programa ni el resto de participantes replicaran.
Sin embargo, ahora es el Govern el que lo hace.
Probablemente para esconder el escándalo de los sobresueldos del Parlament -cobrar sin trabajar- porque es uno de los primeros recursos en caso de crisis: tapar una polémica con otra.
Siempre lo he dicho: es cierto que la relación del CNI con el imán de Ripoll nunca fue explicada del todo.
Y que el entonces director del CNI, Felix Sanz Roldán, desaprovechó la oportunidad de dar su versión de los hechos en la comisión de Secretos Oficiales del Congreso.
Seguramente intentaron captarlo como confidente pero se les fue de la mano como resulta obvio.
Aunque de aquí a pensar que facilitaron el atentado media un abismo.
Los Mossos también cometieron errores como ya he contado en otro sitio y el gobierno catalán siempre ha mirado hacia otro lado: eran los suyos.
Hasta les dieron la medalla de honor del Parlament con dieciséis muertos encima de la mesa. Se dice pronto.
Han pasado del Espanya ens roba al Espanya ens mata.
Ya ocurrió con Quim Torra durante el covid. El entonces presidente quería aislar Catalunya porque el virus venía de España.
En el fondo estamos asistiendo a la degradación moral del proceso.
Hasta ahora eran la política, la economía, las instituciones pero ahora ya es la propia sociedad catalana.
Es típico de las sociedades decadentes: la falta de fibra moral, la ausencia de debate intelectual, el uso y abuso de las fake news, una prensa amansada. El ensucia que algo queda, en definitiva.
Quizá tampoco debería estrañanos a estas alturas.
Cuando apareció una bomba de la Guerra Civil en una playa de la Barceloneta circularon las más diversas teorías indepes: ¡hasta que habían sido guardias civiles de vacaciones!
Incluso se apuntó el jefe de la oficina de Carles Puigdemont, Josep Lluís Alay.
Y eso que es profesor de historia contemporánea de la UB. Como está la universidad calana.
¿Se podía caer más bajo con el proceso? Pues sí. Ya lo ven.