El tal Rock se quedó de piedra. No sólo él, muchos de los asistentes a la gala dudaron de si el guantazo formaba parte de la performance, con el fin de aumentar el share y revitalizar una ceremonia que hace años languidece. La cruz de Bardem no ayuda.
La cosa está en que la Sra. Smith —por si alguien aún no se ha enterado— padece un trastorno autoinmune que le provoca alopecia. El presentador de los Óscar hizo la bromita al respecto y —menuda diestra la del príncipe— al que le cayó el pelo fue a él. Esa calva no hay minoxidil ni finasteride que la regenere.
Ha faltado tiempo para tildar a Will de machista. El razonamiento —atención— es que al salir en defensa de su mujer la ha privado de defenderse por sí misma. Olé tú, Putin debe de estar descojonándose de Occidente y sus valores. También he leído que podían subyacer cuestiones de índole racista. ¿Cómo? ¡Si los dos son de color! Pues sí, pero de tonalidades distintas. No veo yo claro este asunto, tal vez se podría preguntar a algún experto en la materia. A falta de Heribert Barrera —que en paz descansemos—, podríamos solicitar un pronunciamiento de Junqueras o Torra al respecto. Matices al margen, la que se hubiese liado si el Sr. Smith fuese blanco. Ya no te digo seguidor o votante de Trump.
La interpretación de Will para algunos está sobreactuada —no tanto como la de Marlon Brando cuando de un puñetazo le rompió la mandíbula y cinco dientes a un paparazzo—, mientras otros opinan que es más bien contenida (escuela británica). Lo que resulta innegable es que ha conseguido dividir a la opinión pública: con o sin cebolla (cebolla = hostiazo). De todos los comentarios a la noticia que he leído durante la jornada, me quedo con éste: “si mi marido hubiese actuado de esta forma un día de infausto recuerdo para mí, seguiría siendo mi marido”.
En cualquier caso, Óscar para Will —la estatua la hizo el presentador— y una duda que se mantiene en el aire: ¿era todo performance o no? ¿Se trataba de que la gala pasase a la posteridad, como cuando Brando —otra vez— envió a una mujer disfrazada de india apache —se llamaba Marie Louise, pero dijo ser Pequeña Pluma— a rechazar su óscar por El Padrino e intentar soltar un tocho reivindicativo de más de quince páginas al respetable? ¿Vale todo con tal de ganar audiencia?
Will Smith va a tener que dar alguna explicación. A ver cómo le vende la moto a Pablo en el próximo Hormiguero.
Por si alguien se estaba haciendo ilusiones acerca de un posible efecto imitación en nuestras fronteras, ahí va un último apunte: en los Goya es imposible que pase nada parecido.
Aquí son todos colegas.