A veces algún seguidor me advierte de que España puede acabar como Venezuela.
Sin ir más lejos, este mismo martes uno desde Colombia. Aprovecho para mandarle saludos desde aquí.
Aunque yo creo que exagera. No comparto, ni mucho menos, visiones tan apocalípticas.
Un gobierno PSOE + Podemos me parece tan legítimo como por ejemplo un gobierno PP + Vox si se diera el caso.
Pero sí que detecto algunas tentaciones populistas. Al fin y al cabo el populismo es un poco el fin justifica los medios aplicado a la política.
El hablar en nombre del pueblo. El saltarse a veces los mecanismos internos de control. El conculcar el equilibrio de poderes.
Como catalán he aprendido mucho en los últimos meses -diría que en los últimos años- sobre esto por el simple método de la observación directa. Ustedes ya me entienden.
Y, en efecto, percibo en la órbita de La Moncloa -incluso del PSOE- algunas tentaciones.
Por ejemplo en la reforma del Poder Judicial ante el bloqueo de las negociaciones con el el PP.
Hasta la Unión Europa les dio el alto. Luego criticamos mucho a Hungría o a Polonia.
O indultar a los presos del proceso en contra del criterio del Tribunal Supremo.
Por supuesto estaba en su derecho y entraba dentro de las competencias del Gobierno.
Pero el tribunal sentenciador dejó claro en su informe la gravedad de los delitos, la falta de arrepentimiento y que en otros países de nuestro entorno -Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia o Bélgica- les abrían condenado a penas equivalentes o superiores.
Hasta una ministra, aunque fuera de Podemos, se atrevió a comparar las investigaciones judiciales sobre su partido con “acoso judicial”.
Me ahorro otras cosas como ayudas sospechosas a compañías de aviación o la resistencia a la transparencia informativa. La transparencia está muy bien cuando estás en la oposición.
Aunque he de decir que a Pedro Sánchez, lo entiendo.
No lo comparto pero lo comprendo.
Un hombre que llega al liderazgo del PSOE en el 2014 contra pronóstico y con el aparato del partido en contra.
Al que echan en octubre del 2016 de la secretaría general al dimitir casi la mitad de los miembros del comité federal como marcan los estatutos.
Que dimite incluso de diputado, cosa que le honra.
Que pilla su coche -un Peugeot 407 del 2005- y se va a dar la vuelta a España. Sobre todo las agrupaciones territoriales del partido.
Que vuelve y gana las primarias. Esta vez contra Susana Díaz.
Que gana una moción de censura con sólo 84 diputados en septiembre del 2018.
En febrero del año siguiente ERC y JxCAT le tumban los Presupuestos.
Hace lo que se suele hacer en estos casos: convocar elecciones anticipadas. En Catalunya llevávamos igual desde abril del 2017 pero ni caso.
Gana los comicios del 28 de abril del 2019 pero no es para tirar cohetes: 123 diputados.
La incompatiblidad personal entre Pedro Sánchez y Albert Rivera -en política la química es lamentablemente muy importante- hace que se vaya a unas segundas elecciones.
En las del 10 de noviembre del 2019 pierde incluso tres escaños: 120. Aún y así puede gobernar gracias al apoyo de ERC y de Bildu.
Por eso, me quito el sombrero.
No sé si tiene una flor en un sitio o un verdadero jardín aunque a veces las cosas acaban abruptamente.
Quizá deberíamos incluir también en la lista de agravios su ingerencia en los medios de comunicación públicos y privados.
En El País sin ir más lejos.
En su día ya sustituyeron a Antonio Caño por Javier Moreno al frente de la dirección del diario por las presiones de La Moncloa.
Moreno, en su segundo mandato, ha durado un año.
Ahora han nombrado a Pepa Bueno.
Yo pensaba que era buena periodista pero me han entrado dudas de si su carrera profesional -sobre todo en la Ser- se debe a méritos profesionales o coincidencia ideológica con los que mandan.
En todo caso, ya dije hace tiempo que un grupo mediático que debe 1.200 millones de euros no puede ser independiente.
Además, la deuda era de 4.000 millones. Los bancos enjuagaron el resto al reconvertir sus créditos en acciones.
En fin, los colegas de El Confidencial Digital -en su información de este miércoles- resumen la influencia en un párrafo: “En el Gobierno no olvidan ahora que El País se apresuró a negar el escándalo sobre el plagio de la tesis doctoral de Pedro Sánchez y, bajo la dirección de Soledad Gallego-Díaz, minimizó las consecuencias de la pandemia de coronavirus.”
Pues eso.
Creo, sin embargo, que la democracia española es más sólida de lo que parece. Los indepes ya subestimaron en su día la fortaleza del Estado.
Pero ello no evita que haya nubarrones en el horizonte. Esperemos que los nubarrones no se conviertan en tormenta.