A veces tengo la sensación de que la cultura catalana se aguanta por los pelos.
La recuperación de la Generalitat tenía que servir, paradójicamente, para proyectar una nueva época de esplendor.
Más de cuarenta años después constato que no ha sido así.
De hecho, tengo también la impresión de que a nuestros gobernantes -curiosamente de partidos independentistas- les importa un comino la cultura.
El presupuesto de la Generalitat nunca ha alcanzado el 2%.
A pesar de que el objetivo ha sido repetidamente aprobado por el Parlament de Catalunya.
Cultura ha sido la cenicienta. Desde el covid, han utilizado incluso la conselleria para financiar a ... ¡productoras de TV3! ¡Los amiguetes!
Recuerdo que, en la anterior legislatura, se creó una plataforma para llegar precisamente al citado 2%.
La anterior consejera, Mariàngela Vilallonga, hasta se reunió con ellos y dijo que estaba muy bien.
Como si ella fuera la consejera de fiestas o festejos o de Industria. Me da igual.
Poco después Junts y ERC hasta votaron en contra de tal medida en el Paralment. Supongo que para no desequilibrar los Presupuestos.
Vilallonga ha pasado a la historia, como saben, por quejarse el excesivo uso del castellano en TV3 y por la cantidad de laca que llevaba en el peinado.
Al cesar se despidió, con una foto en las redes, brindando con champán. Nada de cava. El cava es para los pobres lo que reafirma mi opinión de que la revolución de las sonrisas fue, desde sus orígenes, un movimiento burgés.
Y todo el mundo sabe que su sucesora, Natàlia Garriga, fue nombrada consejera porque está procesada por "desobediencia grave" en la macrocausa del juzgado de instrucción número 13 de Barcelona.
Antes era directora general de Servicios en el Departamento de Oriol Junqueras. Estuvo en el ajo.
En el bien entendido también, déjenme dejarlo claro, que no todo se arregla con subvenciones.
El desaparecido Jaume Vallcorba (1949-2014), de los mejores editores que hemos tenido, ya dijo en una entrevista en el 2010 que "la edición en catalán está enferma por culpa de las subvenciones" (1).
Y el director de teatro Esteve Polls (1922-2016) coincidió en lo mismo apenas unos meses después: "Las subvenciones han sido la catástrofe del teatro" (2).
Debe ser verdad porque José Luis Martín -el padre de Quico el progre, ahora en La Vanguardia-, ya me dijo años atrás que el mejor treatro en Catalunya se hacía en la Transición con Els Joglars, Dagoll Dagom y Comediants. Espero que me permita la indiscreción.
Pero cuando vi un día a Joan Lluís Bozzo platicando con Ricard Ustrell en el tejado de TV3 se me cayeron al suelo. Sin mencionar hoy otras sutilezas.
Por eso digo que la cultura catalana se aguanta con pinzas.
En realidad por las hormiguitas, que digo yo
Tíos que, con tesón, han hecho realidad grandes cosas.
El último, por ejemplo, es Josep M. Pinto, que acaba de culminar la traducción al catalán de La recherche, la obra cumbre de Proust al catalán en El cercle de Viena.
¡Trece volúmenes! Se dice pronto. Empezó en el 2014.
En el bando opuesto, simplemente por razones de lengua, mi respeto y admiración también por Carles Llorach-Feixes.
Éste se lanzó a traducir nada menos que el Ulysses de Joyce por iniciativa individual.
Y la traducción fue publicada en el 2018 ... ¡por una editorial de Madrid!: Funambulista.
El caso más reciente del que tengo constancia es el del profesor de la UAB Joan Curbet.
Curbet se ha encargado de la traducción, en este caso al castellano, de los poemas satánicos de Lord Byron (Manfred y Caín) en una edición bilingüe (Akal, 2021).
De esas que, cuando la compras, te apetece esnifar el olor a tinta y a imprenta de lo bien hecha que está.
Curbet ha traducido también, junto a Anna Casablancas, de La duquesa de Langeais, de Balzac, también en Akal (2022).
En fin, he citado tres ejemplos de esfuerzo individual. Casi titánico.
Seguro que hay más. Ruego me los hagan saber.
Mi respeto y admiración por todos ellos. Pero así está la cultura en general y, en particular, la cultura catalana.
(1) El País, viernes 14 de mayo del 2010 (entrevista a cargo de Carles Geli)
(2) El País, martes 12 de octubre del 2010 (entevista a cargo de Mercè Pérez)