En el fondo la renovación por las bravas del Poder Judicial y del TC es la victoria póstuma del proceso.
Basta repasar la comparecencia de Pedro Sánchez.
Sin preguntas a pesar de que, antes de empezar, ha agradecido "la presencia de los medios de comunicación"
Sánchez ya hace como los indepes: Los jueces son los malos.
Y los buenos son ellos: los “representantes legítimos”.
Hasta abogó por “el cumplimiento de la ley”.
Cuando si el TC se lo ha tumbado es porque puede no ajustarse a la ley.
De momento son medidas cautelares previstas en el marco institucional como ha recordado la exministra Cristina Alberdi. Socialista, por cierto.
Lo del presidente del Gobierno defendiendo el “respeto a la ley” tras la supresión de la sedición, la reforma de la malversación y la Ley Montero -ya se han beneficiado más de un centenar de delincuentes sexuales- es para enmarcar.
Como la de la portavoz del Gobierno catalán, Patrícia Plaja, que en la rueda de prensa de todos los martes ha dicho que “esta película en Cataluña ya la hemos vivido”.
De paso ha criticado el “uso partidista del TC” y ha afirmado que “no se puede politizar la justicia”.
Lo dicen ellos.
El artículo 66.4 la ley fundacional de la República Catalana establecía que “el presidente o presidenta del Tribunal Surpemo es nombrado por el presidente o presidenta de la Generalitat.”
Eso sí, “a propuesta de una Comisión Mixta” de jueces y Govern.
Y cuando hablaba del mandato “caducado” de algunos miembros del Constitucional olvidaba que, de eso, aquí también sabemos.
Si no que se lo pregunten a Rafael Ribó, que estuvo cuatro años de más al frente del Síndic de Greuges porque era de los nuestros.
O a los del consejo de gobierrno de la Corpo, el CAC o el Consell de Garanteies, entre muchos otros.
Algunos superaron en más de 2.000 días su mandato legal.
Y que conste que yo estoy a favor de la renovación de las instituciones. Faltaría más. Pero de todos, no sólo de los que nos interesan.
Es de las pocos resultados concretos del proceso: se ha exportado una manera de hacer política.
Cuando Iñigo Errejón habla de “atropello democrático” o de “defender la democracia” me viene a la cabeza que son los mismos argumentos que utilizaba Carme Forcadell o Roger Torrent: que en un Parlament se debe poder hablar de todo -incluso de lo que no se tiene competencias- y que el TC no puede estar por encima de lo aprobado por “el pueblo”.
Como decimos en catalán: el procés ho ha emmerdat tot.
Hasta la política en Madrid.
Ni vive ni deja vivir.
Yo creo la máxima del procesismos ahora es: como no vamos a ser independientes vamos a joder al máximo y, en la medida de la posible, irnos de rositas.